Donde crece el valor

Donde crece el valor

Valentía, coraje, bravura y muchos otros sinónimos utilizamos para definir esa actitud que hace a las personas enfrentarse con determinación al peligro o a las adversidades. Algunos pensarán que eso es lo que explica partidos como el vivido frente al Sevilla, o las remontadas heroicas en el Bernabéu. Pero la historia de la humanidad está llena de sucesos trascendentales, batallas y exploraciones que fueron posibles gracias al coraje de un puñado de personas. ¿Qué seríamos sin los griegos, sin la visión renacentista del mundo o con una Europa dominada por los nazis? En las crónicas enviadas desde el frente ruso durante la Segunda Guerra Mundial por el periodista y escritor Vasili Grossman -autor de la monumental Vida y destino- aflora su intriga ante los actos de heroísmo que presenciaba. Aprovechaba cualquier momento de descanso en el combate para preguntar a los protagonistas, obteniendo muy diferentes respuestas. Un capitán soviético le confesaba que lo suyo no era coraje sino fatalismo: estaba convencido de que iba a morir, así que le daba lo mismo cuándo. Otros tenían el odio a los nazis como motor; otros preferían apoyarse en el cumplimiento del deber e incluso alguno le confesaba que se mostraba valiente porque se sabía observado... Aunque no lo hace, pues se impone ser sólo cronista y observador, lo cierto es que el propio Grossman bien podría haber aportado su opinión sobre de dónde sacaba él su empuje para estar en primera línea. Algo impensable para su jefe del periódico Estrella Roja, quien no daba un duro por aquel joven, miope y delgaducho, que le solicitaba ir al frente como corresponsal tras haber sido rechazado en la oficina de reclutamiento.

Una vida de expediciones me ha permitido asistir a muestras de valentía de personas muy diversas. Algunos me sorprendieron pues no les consideraba, a priori, capaces de la hazaña que protagonizaron. Y también lo contrario: he visto notables ejemplos de cobardía de personas a las que durante mucho tiempo consideré valientes y que, a la hora de la verdad, se comportaron como mediocres asustados. Los motivos que les llevaron a comportarse así, unos y otros, puede que ni ellos los conozcan del todo. Quizá lo único que los valientes tengan en común, como escribió Apsley Cherry-Garrard -otro valiente capaz de sobreponerse a sus muchas limitaciones físicas y protagonizar, como miembro del equipo del capitán Scott, una de las grandes aventuras polares de la historia- sea un espíritu "...tejido con hilos de acero". En realidad no es tan importante saber dónde nace el coraje como ser consciente de la necesidad que tenemos de él a la hora de afrontar con dignidad los grandes retos de nuestra vida. Es decir, los únicos que merecen la pena.