Medirse con el mundo

Medirse con el mundo

Un hombre ataviado con las ropas de peregrino Huista camina por un vericueto perdido en el corazón del Himalaya, mientras agita rítmicamente su molinillo de oración. Un avión sobrevuela un territorio a mil doscientos metros de altitud mientras un láser lanza sobre él quince mil pulsos por minuto. Sólo un siglo separa ambas situaciones pero les une un mismo objetivo: levantar un mapa. El nativo del Himalaya era un Pandit, un tipo de espía muy particular pues su misión era recopilar datos para el servicio cartográfico británico. La tarea de realizar mapas fiables del Himalaya es probable que haya sido una de las principales hazañas geográficas de la historia. Los Pandits eran nativos adiestrados por los británicos y su principal arma era la memoria. Se habían entrenado para contar sus pasos, como unidad de medida, y memorizaban los territorios hostiles que recorrían. De esta forma realizaron exploraciones de lugares como los Himalayas, el Tíbet o el Yarlung Tsang­pó, el cañón más profundo del planeta. Estos hombres esforzados, valientes y anónimos, cambiaron nuestros conocimientos de la zona más ignota del mundo. Cuando regresaban a su base -si es que volvían, porque muchos fueron asesinados o convertidos en esclavos- contaban toda esa información a sus jefes, memorizada de forma tan singular como arriesgada, y luego se perdían en el anonimato con unas pocas monedas de recompensa.

Recordaba esta hazaña geográfica mientras leía en el periódico que hay en marcha un proyecto del Instituto Geográfico Nacional que tiene como objetivo levantar el mapa topográfico más preciso de nuestra historia. De hecho, sus responsables afirman que se sabrá la altitud de cada punto con una precisión de 15 centímetros. Su principal aplicación será diseñar el plan de zonas inundables, algo que este invierno digno de los tiempos de Noé nos ha demostrado que es más que imprescindible. Pero también proporcionará información sobre productividad de la madera, niveles de fijación del CO2 o prevención de incendios. Aquellos pandits o nuestros científicos actuales con su láser, son caras de una misma moneda: el impulso de la humanidad en pos de medir y medirnos con nuestro mundo. Y el resultado de siglos de esfuerzo, geografía y curiosidad son los mapas, esos territorios tan bellos estéticamente como llenos de misterio. Son siempre una fábrica de nuevas aventuras, los haya dibujado un sufrido Pandit o un láser ultramoderno, pues reúnen el conocimiento y el misterio; es decir unen la esencia de la Ciencia y la Aventura. Quizás ahí radique su irresistible capacidad de atracción.

Sebastián Álvaro es el creador de Al filo de lo Imposible.