Sentimental disfrazado de duro

Sentimental disfrazado de duro

La imagen que ofrece José Mourinho al mundo tiene muy poco que ver con su verdadera personalidad. Es más, diría que le gusta caminar por el fútbol bajo un disfraz. Yo tuve la oportunidad de pasar con él un mes en Bratislava hace ya casi una década. Fue en la Eurocopa Sub-21 de 2000. Yo cubría aquel torneo, que acabó ganando Italia a la República Checa, para Canal+ y él hacía de ojeador para el Barcelona en sus últimos días (y los de Van Gaal) como empleado del club. Después coincidí varias veces con él en Londres, gracias a amigos comunes como Lampard. Y en cualquiera de aquellas ocasiones me pareció un tipo entrañable, delicioso y extremadamente sensible.

En el fútbol, en cambio, ofrece otra cara. Igual que hacen los toreros, se pone el traje de luces para actuar y se lo quita en cuanto acaba la faena, es decir durante unas pocas horas al día. Porque Mourinho es un gran amante del fútbol y, a la vez, un estudioso de este deporte. Le dedica mucho tiempo cada día. Cuando llegó a España quisieron hacerle pasar por un simple traductor de Bobby Robson, cuando en realidad él ya era un entrenador al que sólo le faltaba un requisito burocrático menor para obtener el título. Y quienes conocimos a Robson y sabemos que era un sir, un caballero de pies a cabeza, de los que ya no quedan, no le imaginamos confiándole a un gamberro el papel de ayudante.

La gente tampoco conoce su buena relación con los jugadores a los que ha dirigido. Recuerdo que una vez intenté tirarle de la lengua a Kalou por los pocos minutos que Mourinho le daba en el Chelsea. "Yo no estoy enfadado", me dijo. "El entrenador habla mucho conmigo y me pregunta no sólo por mi situación personal, sino también por cómo veo el equipo". Cuesta escuchar algo así de un suplente.

Confieso mis dudas sobre el relevo en el banquillo del Madrid, porque durante la temporada me pareció que el equipo jugaba cada mes mejor que el anterior y que ahí había terreno sobre el que edificar. No había una situación tan excepcional que justificase el empezar otra vez de cero. Pero con la misma convicción digo que Mourinho no será un entrenador defensivo. Siempre se adapta a las circunstancias. Y prueba de ello es que Oporto, Chelsea e Inter jugaron de una manera diferente bajo el mismo mando. Lo lógico cuando el técnico es inteligente.