La familia ciclista está de luto

La familia ciclista está de luto

La Vuelta ha sufrido una conmoción. Ha muerto Txema González. No era ciclista ni director. Era masajista. Pero en el ciclismo a la hora de compartir emociones y sentimientos no hay distinciones. Todos son iguales. Todos son una familia. Directores, ciclistas, médicos, masajistas, mecánicos y hasta periodistas especializados hacen Giro, Tour y Vuelta cada año. Más carreras de una semana y de un día. Más concentraciones. Por toda Europa, incluso por América y Australia. Son mucho tiempo juntos. Nueve meses al año. Compartiendo viajes, hoteles, carreteras, penas, alegrías y confidencias. Por eso cierran filas cuando sucede algo grave. Como ayer. Txema González no es que fuera masajista o ciclista. Era, simplemente, uno más.

Uno más de un deporte sufrido donde los haya. Por tanto, solidario como pocos. Por eso se regalan etapas aunque no nos guste. Quien sufre es el ciclista, pero a ello no es ajeno ningún miembro de la caravana, que cada día, como circo ambulante que es, desplaza un millar de personas a donde haga falta. Todos contribuyen a que el ciclista pueda hacer su trabajo. Desde quien a las siete de la mañana se levanta para ir instalando las vallas del recorrido hasta, cómo no, el masajista que espera en el hotel al corredor para aliviar sus músculos vacíos de glucógeno. Los ciclistas saben de su importancia. Gente eficaz y pieza fundamental en el engranaje del equipo. Hoy faltará uno de ellos. La familia ciclista está de luto.