"Mourinho no sabe perder." La frase se la oí a un dirigente del Real Madrid a comienzos de temporada, y la recuerdo cada fin de semana, cada partido. El miércoles, contra el Milán, más que nunca. Llegado el minuto 90 la lógica nos decía que Pippo Inzaghi le había robado el partido al Madrid. Pero desde un rincón irracional del cerebro oí un murmullo, "No, espera, Mourinho no sabe perder." Y así fue. Un gol blanco en el último suspiro y, ya ven, el Madrid del portugués sigue invictísimo. Lo terrible para el Atleti esta noche, como para todos los rivales de este equipo, es que salen al campo sintiéndose en desventaja. Como un ciclista o un atleta olímpico que sabe que su rival se dopa pero, al no poder demostrarlo, se hunde. Sólo que la Moutamina es perfectamente legal. Cuesta muy cara (pregúntenselo a Florentino) pero es lo más cerca que hay en el fútbol a una garantía.

Han visto cómo todos los jugadores que han trabajado bajo Mourinho lo echan de menos, como si fuera una droga que han tenido que dejar pero nunca han dejado de desear. Wesley Sneijder dijo esta misma semana que estar un año con el técnico portugués era como estar diez con cualquier otro entrenador. Desde Didier Drogba a John Terry pasando por Javier Zanetti, todos le veneran; le sienten respeto y cariño. Es tremendo el tipo. Dicen en su contra que es un grosero. Pues a veces lo será. Pero si yo fuera aficionado del Madrid no me importaría tres pepinos.