La inocencia y el oficio de Joaquín

La inocencia y el oficio de Joaquín

El periodista ideal para plasmar el método y la filosofía vital y laboral de Vicente del Bosque es Joaquín Maroto. No en balde fueron compañeros durante cuatro temporadas en el Real Madrid, Vicente como entrenador del primer equipo y Joaquín como jefe de prensa. La relación de Del Bosque con la inmensa mayoría de los informadores es buena. Siempre dispuesto, siempre amable, siempre comprensivo con el profesional de la información. Pero con Maroto la relación es distinta que con el resto porque han luchado codo con codo en la misma trinchera.

La originalidad de explicar el librillo de Del Bosque con las enseñanzas del Conde Lucanor es uno de los atractivos de un libro que no pretende ser dogmático ni adoctrinar. Albergaba alguna duda el seleccionador sobre si se comprendería ese paralelismo, pero seguro que ayer las disipó en la puesta de largo de la criatura porque el simple hecho de la comparación, explicada con alguna pincelada del contenido, hace aún más atractiva la lectura del libro escrito por Maroto.

La ilusión y la entrega con la que Maroto ha escrito el libro (quitándole horas a Joaquinito y a Virginia) son las mismas con las que afronta el periodismo y la vida. Después de haber cubierto siete mundiales, Maroto cumplió el sueño de todo enviado especial español en el octavo. Con la inocencia de un becario y con el oficio de un reportero de raza, disfrutó a tope de la alegría de contar desde Sudáfrica durante un mes cómo España se proclamaba campeona del mundo. Además de dar certera información, cumplió con la promesa hecha a Borja y Álvaro, sus hijos mayores, que pudieron disfrutar de la gesta in situ. Y su amigo Vicente en el banquillo. ¡Casi na, chavalín!