Maquiavelo por encima de Bismarck

Maquiavelo por encima de Bismarck

La comparecencia de Cesc ayer fue recibida en Barcelona con división de opiniones. Por una parte, los negociadores la recibieron con satisfacción. No hay que despertar al tigre dormido, no se gana nada encabritando al vendedor, no vamos a romper la baraja antes de sentarnos a la mesa, existen estrategias de negociación, vamos a aprender de errores anteriores, no somos la junta de Laporta... etcétera, etcétera. Por otra parte, los aficionados, no podían disimular su desencanto. Que se moje, que haga una proclama de amor barcelonista, que es él quien necesita al Barça y no al revés, se fue cuando era juvenil, están Thiago y Sergi Roberto... etcétera, etcétera. Este estado de ánimo radiografía la realidad culé. Los técnicos, sean directivos, ejecutivos o entrenadores aconsejan paciencia y discreción. Al pueblo se le está empezando a acabar la paciencia ante una negociación que lleva tres veranos de portadas en los diarios. Lo que unos ven como una cocción a fuego lento que necesita su punto justo, otros empiezan a verlo con hartazgo y difícil digestión. Indudablemente, tres años negociando hacen que el factor ilusión se desvanezca. Y por eso, a Cesc le silbaron en su última visita al Camp Nou.

Es el riesgo de optar por una estrategia maquiavélicamente florentina en vez de ir en plan Bismarck y enviar un telegrama que en tres líneas provoque una guerra. Cesc se adapta más al perfil de negociación tranquila. Primero, porque tiene contrato con el Arsenal, segundo porque no quiere irse mal del conjunto inglés y tercero, porque no es ningún secreto que quiere jugar en el Barça. Nada se ganaría yendo a la trinchera. La diplomacia (pagando, claro) puede más que la espada.