Soldado nunca tiró la toalla

Soldado nunca tiró la toalla

Subió Diego Alves y con él todo Mestalla al área de Iker Casillas en el último minuto. El estadio entero se puso en pie como queriendo rematar al fondo de la red un balón que primero dio en el larguero y después, tras el rechace, en el hombro de Higuaín. Se quedó el público con el grito de gol en la boca aunque satisfecho por la entrega de los suyos. Las derrotas nunca son bien recibidas, pero ayer Mestalla agradeció que los de Emery murieran con las botas puestas. Parece que cada vez está más cerca el Valencia de Madrid y Barcelona, al menos en el cuerpo a cuerpo, porque a la larga, en un torneo como la Liga, las diferencias se acaban notando más.

Para el Valencia, el de ayer era un partido para creer y tiene que seguir teniendo fe en sí mismo más allá de que el líder se vaya a siete puntos. El che es un proyecto a medio plazo, en construcción, pero con exigencias que cumplir a corto. Promete en lo uno y responde en lo otro. Ni el gol de Ramos, ni el mazazo del de Cristiano les quitó de la mente su sueño, ni de las piernas el gas. No entendí por qué Mestalla mentó a Messi cuando en el césped estaba su mesías: Roberto Soldado. El delantero y capitán blanquinegro es un fiel reflejo de lo que es este Valencia, un equipo con pan para hoy y embutido para mañana. Con sus goles metió por dos veces a compañeros y público en el partido. Los jugadores de Mourinho celebraron el triunfo con énfasis porque bien sabían lo que les había costado lograrlo.