Pudo costar cara la empanada

Pudo costar cara la empanada

Menudo cocktail se le apareció al Madrid en el campo del Mallorca. Las visitas a la isla son peligrosas por las mismas razones por las que se trata de un paraíso en esta tierra: el buen tiempo, las vistas, la tranquilidad. Rebaja las revoluciones y cuesta enchufarse. Justo lo que ocurrió ayer (y el año pasado). Si a eso se le añade la agresividad que Caparrós instala en sus pupilos, la mezcla es muy peligrosa. Y la empanada, muy posible si además hay un Clásico por ahí al lado distrayendo la atención. Lo peor de una primera parte que expuso el modo de parar al Madrid (marcajes individuales a los dos mediocentros, contraataques con tres para aprovechar los espacios que dejan los centrales, repliegue numeroso y bien retrasado, ayuda en las marcas) fue que el equipo blanco no pareció capaz de adaptarse a las circunstancias o no lo hizo hasta que encajó el tanto. O quizá ocurrió que la alternativa que tomó el equipo (balón largo al nueve, Cristiano por dentro para que apareciera Marcelo, al que le cuesta subir y bajar) no fue la adecuada.

Se necesitaba que Özil se asociara con Xabi, que se jugara abierto en ambas bandas, que se fuera paciente para encontrar el espacio en lugar de buscar al primer tío que se desmarcaba. En todo caso, ni el Mallorca ni casi nadie puede mantener ese nivel de presión ni tampoco fue capaz de reaccionar cuando Mourinho rompió el partido con decisiones que pueden parecer dramáticas pero suelen ser efectivas. El rival se cansó, el centro del campo se pobló de blancos y al final salió como debía haber salido, pero en otro partido, en otro momento de la temporada, la falta de ajuste, una empanada mallorquina, puede costar muy caro.