Miren a las estrellas y no a los pies

Miren a las estrellas y no a los pies

Sean curiosos. Y por muy difícil que pueda parecerles la vida, siempre hay algo que pueden hacer y en lo que pueden tener éxito. Lo importante es que no se rindan. Miren a las estrellas y no a los pies". Quien ha escrito estas palabras lleva más de cuarenta años postrado en una silla de ruedas. Y lo ha hecho gracias a un sistema informático que activa con el movimiento de un dedo de su mano derecha, el único que su cuerpo, afectado por la esclerosis lateral amiotrófica (ELA), puede hacer. Pero es que Stephen Hawking, autor del texto que culmina con las frases anteriores y que ha publicado con motivo de su reciente setenta cumpleaños, sabe muy bien lo que supone no rendirse nunca. Le diagnosticaron la enfermedad cuando tenía 21 años y una prometedora carrera como físico y astrónomo. Los médicos no se anduvieron con paños calientes: muy probablemente no viviría para terminar el doctorado que acababa de comenzar. Acertaron en el diagnóstico pero a la vista está que no eran muy buenos con el pronóstico de su futuro.

Aquel joven estudiante británico desahuciado es hoy reconocido como uno de los mejores cerebros de la física teórica del siglo XX, a quien debemos la unificación de la Teoría de la Relatividad de Einstein con la Mecánica Cuántica. Y encima ha sido un gran divulgador de la ciencia escribiendo libros de enorme impacto mundial como 'Una breve historia del tiempo'. A este rincón de AS suelo traer historias de hombres enfrentados a grandes retos, impulsados por el entusiasmo de la búsqueda; personajes a los que debemos la magia y capacidad de fascinación que se esconden tras la palabra 'Aventura'. Y no me cabe duda de que Hawking merece un lugar entre ellos. Tan importante como Colón fueron los cartógrafos y geógrafos que indagaron los nuevos mares y continentes y los plasmaron en mapas y libros. Tan importantes como Pizarro, Cortés o Magallanes, fueron Copérnico, Galileo o Kepler. Hoy Hawking lidera la nueva aventura, la que nos llevará a explorar el espacio. Y lo hace desde su silla de ruedas. Pobre del aventurero que piense que la aventura se realiza sólo con los músculos, olvidando que el cerebro es el principal motor de la exploración. Y de la propia lucha por la supervivencia. En momentos como estos, su ejemplo es imprescindible. Porque son hombres como él los nos animan a que miremos hacia las estrellas y no hacia nuestros pies. Desde su silla de ruedas, Stephen Hawking nos ha enseñado que nuestro horizonte se confunde con el del Universo, del que somos una ínfima parte. En nuestra mano está hacerle caso, levantar la mirada y seguir intentándolo.