De imposiblea improbable, todo un paso

De imposiblea improbable, todo un paso

Hace sólo un mes, después del derrumbe de La Rosaleda y de la inmediata y conocida explosión verbal de Manolo Jiménez ("Ya no pongo más paños calientes; siento vergüenza"), el Real Zaragoza se encontraba a 12 puntos de la salvación y el descenso matemático a Segunda se cifraba para mediados de abril. El tercer milagro consecutivo, o el milagro de los milagros del fútbol español, era sencillamente un imposible, una catástrofe anticipada y asumida con resignación por todos como una consecuencia directa de la incompetencia e irresponsabilidad de Agapito Iglesias, el personaje que más daño le ha hecho a este club en sus 80 años de vida.

Pero cinco partidos después, y gracias a dos triunfos heroicos e inesperados frente al Valencia y el Atlético, el Zaragoza ha recortado esa distancia con el infierno a la mitad y el imposible se ha tornado en improbable, un cambio sideral si nos atenemos al punto de partida. Más allá de la lógica y saludable euforia del domingo al mediodía, la salvación sigue estando complicadísima, pero ya nadie ve al Zaragoza desahuciado de antemano y el número de creyentes no deja de crecer, entre los zaragocistas, por supuesto, pero también entre los aficionados de toda España, incluidos los apostadores de internet. El primer paso se ha dado: es improbable que el Zaragoza mantenga la categoría, pero ya no es imposible.

Y ahora restan nueve jornadas para ir convirtiendo, victoria a victoria, o punto a punto, ese improbable en probable y luego en factible para acabar de conformar en el último partido el milagro de los milagros. Me temo que habrá que ganar cinco o seis partidos más, pero el "Sí, se puede" ya corre de garganta en garganta. Y sin fe no se mueven montañas.