Por una vez, Agapito tiene miedo

Por una vez, Agapito tiene miedo

Después de ayudar a forjar en Getafe el milagro de los milagros, nada haría más feliz al zaragocismo que la marcha de Agapito Iglesias. El tiempo del empresario soriano está definitivamente agotado y su continuidad es la peor de las noticias para un club que necesita recuperar su prestigio, su seriedad y su categoría. Pero Agapito no tiene ninguna intención de irse, por más que hace dos meses pusiera oficialmente sus acciones en venta. Aquella fue una maniobra de distracción, una nueva treta para ganar tiempo e intentar salirse del foco sin éxito. El zaragocismo no va a concederle una séptima oportunidad y ahora mismo sólo cree en Manolo Jiménez.

Pero Jiménez es el primero que no se fía de Agapito, de nuevo crecido tras su semana triunfal -el Zaragoza ha salido del concurso de acreedores y ha salvado la categoría- ,y cuyo intervencionismo en todos los órdenes es casi enfermizo. Antes de firmar su renovación, el técnico va a exigirle por escrito que se aparte de cualquier negociación deportiva, un requisito que Agapito firmará con la misma ligereza con la que después lo incumplirá. Y esa sensación es la que vicia de salida cualquier intento de regeneración en el Zaragoza. Agapito no va a cambiar por más que lo pregone a los cuatro vientos.

La baza de Jiménez, que siempre ha hablado alto y claro, es que goza entre el zaragocismo de una autoridad y de un crédito sobresalientes. Y le bastaría una rueda de prensa en plena pretemporada para desnudar por completo a Agapito. El soriano le tiene miedo, miedo de verdad, y quizá esa sea la única posibilidad de que el Zaragoza reconduzca un tanto su destino.