¡Cuánta nostalgia ante esta final!

¡Cuánta nostalgia ante esta final!

Esta fecha estaba señalada en rojo en nuestro calendario como la prevista para la final soñada de Champions, Madrid-Barça. Hoy estaríamos todos como motos, esperando el partido decisivo, el choque monstruoso entre los dos monstruos que acaparan nuestra atención. El clásico local consagrado, oficialmente, como clásico global, el partido que les falta por jugar después de 110 años incordiándose, cruzándose el uno en el camino del otro en competiciones, en fichajes, en despachos. Sería tan seguido por todo el mundo como aquellos Lakers-Celtics de años atrás, o aquel duelo Spassky-Fischer.

Pero nos quedamos fuera. Y mira que lo tuvimos cerca. Los dos estaban fortísimos, el sorteo no les cruzó. Me pregunto si habrá otra oportunidad así. No se me enfaden mucho en Barcelona, pero temo que el Barça notará en el campo lo que ya está notando fuera: la pérdida de ese factor de cohesión que era Guardiola. Aunque, eso sí, siempre podrá agarrarse a los goles de Messi. El caso es que la oportunidad se esfumó, de la manera menos esperada. Tres balones de oro fallaron penaltis decisivos en el envite: Messi, Cristiano y Kaká. Aunque el ludibrio haya quedado para Sergio Ramos, ellos fallaron antes.

En todo caso, esta noche tenemos una buena final, entre el pérfido Bayern y el nuevo rico Chelsea. Nuevo rico, sí, pero con Mata y Torres, que endulzan nuestra mirada. Eso y la sensación de que el fútbol le debe esta competición, de la que le han despeñado los arbitrajes más de una vez, no sólo la de Ovrebo. Pero se juega en Múnich y el Bayern también tenía apuntada en rojo esta fecha desde que se designó su campo. Si gana, nos consolaremos pensando que eso nos aboca a una Supercopa Bayern-Atlético, lo que confirmaría aquello de que el fútbol siempre ofrece revancha. Aunque a veces tarde.