El descaro peinado con gomina

El descaro peinado con gomina

Muñiz Fernández, o el descaro peinado con gomina, se llevó por delante al Zaragoza y al generoso esfuerzo de sus jugadores con el atropello de un camión de cuatro ejes. Esta vez no hizo el arbitraje sibilino que acostumbra y no se detuvo en nada hasta dejar al equipo con nueve y con un definitivo penalti en contra. Al asturiano se le vio el sesgo a la primera de cambio. A Romaric, aunque sin ninguna intención, se le fue en exceso la pierna en su aparatosa entrada a Lacen, y la expulsión fue justa. Pero cabe preguntarse si este árbitro, aquí tan valiente, se hubiera atrevido a largar a Busquets en el Camp Nou o a Pepe en el Bernabéu, por citar dos ejemplos muy gráficos, a los ocho minutos de juego. Todo hubiera quedado en una amonestación verbal con abundantes ademanes y en una tarjeta amarilla.

Bajo la argumentación de que uno no puede cargarse un partido a los ocho minutos, todo se hubiera reducido a una polémica de segunda fila, justo lo mismo que sucedió ayer en La Romareda, pero por su contrario. Porque la jugada del penalti y la consiguiente expulsión de Álvaro fue la que marcó el encuentro y el resultado. El Zaragoza, con un Aranda titularísimo -con uno o con dos delanteros-, lo dio todo hasta el último segundo, pero ese alarde de casta y de genio sólo le sirve para contentar a la conciencia. La única verdad es que, mientras ningún principal del club alzó anoche la voz, la factura de Muñiz deja al equipo asomado al descenso, con su quinta derrota en siete partidos, tres de ellos en casa. Lo que no son cuentas, son cuentos.