Ganar para que lo vea el Bayern

Ganar para que lo vea el Bayern

Piensas en Alemania y te vienen a la cabeza noches en las que unos tipos de casi dos metros, rubios como los campos de trigo y cachas como Arnold Schwarzenegger, nos pasaban por encima como si fuésemos un ejército de liliputienses. En Hamburgo, un tal Hrubesch frustró mi adolescencia al evitar que el Madrid jugase la final de la Copa de Europa en el Bernabéu (1980) con una actuación salvaje en la que empotró con su cuerpo de descargador de muelles a García Remón, Benito, Pirri y Camacho. Pero el equipo que acumula las excursiones más aciagas al Territorio Merkel es el Bayern. Da igual el viejo Olímpico que el moderno Allianz Arena. Allí vi cómo nos metían nueve goles en un amistoso de verano, a mi Juanito perder la cabeza (buscando la de Matthäus), a Makaay meter un gol en menos tiempo de lo que Hudini hacía desaparecer a las palomas y a Ramos sangrar después de que le partieran la nariz y le anulasen un gol como la catedral de Colonia.

El Borussia no es el verdadero obstáculo de esta Champions. Es el Bayern. Los verdugos de hace apenas cinco meses. Los bávaros nos seguirán hoy con el rabillo del ojo. Por eso, sería muy bueno acabar con la maldición alemana y reeditar aquella noche mágica de Roberto Carlos en Leverkusen. Ganando a lo grande, los muchachotes del Bayern entenderán que ya se acabaron los temores cuando cruzamos la frontera camino del país de la cerveza tibia y el codillo humeante. El Borussia no debe ser rival...