Nueva vida en los clubes: modelos concursales y otras especias

Nueva vida en los clubes: modelos concursales y otras especias

Elecciones. Dos asuntos mandan en la actualidad institucional de Primera. En Mallorca, Serra intenta que Pedro Terrasa le venda sus acciones para desprenderse de un club que ya le quema. Mientras, el Espanyol decide presidente el día 19. A un lado, Joan Collet, hombre de Sánchez Llibre. Al otro, Sergio Oliveró, candidato respaldado por la Apmae, Asociación de Pequeños y Medianos Accionistas del Espanyol. La tercera vía, Arnau Baqué. El puzzle de las sociedades de Primera es una historia.

Quiebras. La revolución concursal, con sus atajos, configuró al menos un estereotipo. Se consolidan la profesionalización, los límites salariales y las políticas de austeridad. Mallorca, Real Sociedad, Rayo, Valladolid, Celta, Levante o Zaragoza han pasado el trago de la suspensión de pagos. Hay, sin embargo, casos particulares. El Granada hizo converger su concursal con la conversión en SAD cuando ascendió a Segunda en 2010. La familia Pozzo domina el club como si fuese una sucursal. El director de la oficina, el audaz Quique Pina.

El más difícil. El Betis, doble pirueta, mezcló su concurso con los juzgados. Aunque la mayoría lo haya olvidado, Lopera aún es el máximo accionista, pero José Antonio Bosch administra sus acciones por orden de la jueza Alaya, que lo intervino en 2010. A su vez, Luis Oliver, que ahora hace negocios en Panamá, se lo había comprado a Lopera...

Vieja escuela. Igual era más sencillo el presidencialismo de toda la vida. Lendoiro llegó al Deportivo en 1988 y ahí sigue, contra viento, alcaldes y marea (y el último embargo de Hacienda). Del exuberante Superdepor a este intento de Depor sostenible pero con ese sello que en su día gobernó la Liga (Gil, Caneda, Lopera, Ruiz Mateos...).

Autodefensa. También hay propósitos de enmienda. El Sevilla, que bordeó la ruina, se protegió de personalismos con Sevillistas de Nervión (Del Nido, Alés, Grupo de Utrera) para no depender de los caprichos de un accionista. El Valencia también se blindó después de los desmanes de Juan Soler. La Fundació, un conglomerado de instituciones públicas y consejeros del club, maneja el 74 por ciento de las acciones. El último modelo de gestión en aterrizar ha sido el tipo jeque. Pero lo de Málaga da para un libro.