A por la Davis, con autoridad

A por la Davis, con autoridad

Comienza una de las finales más esperadas de nuestro deporte: la de la Davis. Han sido tantos años esperando la Ensaladera que ahora no nos cansamos de alzarla. La deuda que ha mantenido con nuestro tenis es demasiado grande, porque Santana, Gimeno y Orantes, con todo lo grandes que fueron, se retiraron sin llegar a tocarla. Ahora vamos a por la sexta. Una barbaridad. Llevamos cinco en doce años, lo que supone un dominio fuera de lo normal. Desde que Australia y Estados Unidos perdieron su hegemonía, debido entre otras cosas al privilegio que tenía el campeón de jugar sólo la final y, además, en su terreno, ningún país ha ganado tantas en tan corto periodo de tiempo. Eso nos da una autoridad tremenda ante esta final.

El rival es respetable y jugamos sobre la superficie que más conviene a sus jugadores, hecho nada reprochable porque nosotros también lo hacemos cuando jugamos en casa, pero hemos de asumir nuestra condición de favoritos. Ya se ganó una en Argentina, también sin Nadal, y con el equipo en armas contra su presidente, Pedro Muñoz. El ansia de ganar una Davis se pasó, nuestros jugadores tienen acreditado su juego sobre pistas rápidas y ¡qué demonios! son maestros. Ferrer jugó lo que siempre ha sido el Torneo de Maestros, porque reúne a los ocho mejores jugadores del mundo, y el doble Granollers-López lo ganó en su especialidad. Históricamente, el país que presenta más maestros en la final de la Davis la gana. Por eso, respeto, todo; miedo, ninguno.