Como debate de barra de bar con los amiguetes tiene un pase. Los alonsistas podemos esgrimir argumentos peregrinos como que Vettel sólo gana con el mejor coche, que se desinfla bajo presión, que comete errores, que es poco carismático... Ya digo, todo aceptable para tomar una cañas discutiendo sobre Fórmula 1, que ahora se hace como desde mucho tiempo atrás de fútbol. Pero siendo serios y coherentes, analizando las cosas como son y no como a algunos les gustaría que fueran, lo cierto es que este alemán es ya uno de los grandes de la historia de un deporte de héroes. Una cosa es que escueza que nos haya arrebatado títulos (sobre todo la sangrante derrota de 2010) y otra que no admitamos los méritos de un auténtico destroza récords.

Desde luego que se beneficia de las virtudes de un gran coche y la eficacia de un magnífico equipo, es tan obvio como insuficiente para desmerecer su talento, su velocidad en calificación y su capacidad para transformarse en un martillo pilón vuelta tras vuelta. Pretender que hiciera lo que hace con un coche claramente inferior sería ridículo y, por el contrario, su compañero Webber, también excepcional piloto, es incapaz de exhibir tanta solvencia. Y todo, con una enorme proyección, joven y con ambición para seguir dando mucho que hablar. Vettel celebra hoy sus cien grandes premios y hay que felicitarle y reconocer sus éxitos. Entre otras cosas porque su grandeza será también la de quienes consigan derrotarle... como Alonso.