Whillans, un villano de armas tomar

Whillans, un villano de armas tomar

Se estaba retirando de uno de sus intentos fallidos en la cara norte del Eiger, una de las más temibles y mortíferas de los Alpes, cuando Don Whillans se encontró con un grupo de nipones empeñados en seguir escalando esa pared con fama de rigurosa con las equivocaciones. Con su habitual sentido del humor le preguntó al primero de cuerda que adónde iban. "Hacia arriba", le contestó el animoso japonés. "Sí, hacia arriba sí, pero mucho más alto de lo que imaginas". Whillans era tan contundente con la lengua como con los puños. Y es que este británico es toda una leyenda en el mundo de la montaña tanto por sus brillantes escaladas como por un carácter donde el sarcasmo, la ironía y la rudeza luchaban por el primer puesto. Tal es así que era conocido como "el villano", aunque este alpinista siempre se lo tomaba como un elogio. En cualquier reunión donde surge su nombre se agolpan las anécdotas y las leyendas en torno a este tipo duro que consiguió huir de un destino proletario escapando a las montañas donde brilló con luz propia desde los 18 años.

Whillans alcanzó el culmen de su carrera cuando fue el primero de la historia en escalar en 1970 la cara sur del Annapurna, junto a Dougal Haston, una de las mayores y difíciles paredes en el Himalaya. Por mucho menos hubiera merecido algún reconocimiento oficial, pero alguien que va a una reunión con Margaret Thatcher con ocho pintas de cerveza en el cuerpo y la bragueta ostensiblemente desabrochada ("tranquila, chica, que los pájaros muertos no se caen del nido", le dijo a la secretaria de la líder Tory), no parecía el mejor candidato a Sir.

Otra vez, en un altercado de tráfico (fue parado por conducir borracho su moto) terminó en el calabozo tras una pelea en la que fueron necesarios tres agentes para reducirle. Pude conocerle durante nuestra primera expedición al K2. Apareció por nuestro campo base vestido con un viejo y sucio pijama y estaba francamente pasado de peso. Nuestra reserva de cervezas ayudó a que el encuentro fuese muy amigable. Nos despedimos regalándole una botella de coñac y no volvimos a verle. Me pareció uno de los tipos más grandes del mundo del alpinismo. Pocos días después desnudó de vergüenza a sus compañeros, por la nula planificación del ataque a la cumbre del Broad en el que fallecería Peter Texton, y regresó a Inglaterra. No volvería de expedición. Whillans moriría dos años después de un fulminante ataque cardiaco. Como lo definió su amigo Leo Dickinson, Whillans simboliza a un hombre que ha aceptado enfrentarse al mundo solo, encajando muchos golpes sin dar un paso atrás.