Matizaciones a Albelda sobre los arbitrajes

Matizaciones a Albelda sobre los arbitrajes

El pasado domingo leí con detenimiento en las páginas centrales de AS la interesante entrevista que Mónica Marchante le hizo a David Albelda. Hubo una frase sobre la polémica arbitral que, lógicamente, no me dejó indiferente: "Tomás Roncero defiende lo indefendible". Por alusiones, voy a matizar algunas de sus aseveraciones sobre este paisaje común en el enconamiento que Madrid y Valencia mantienen en la última década. Amigo Albelda, dices que lo del Ushiro Nage fue "una vergüenza", que en el vestuario os "descojonabais" de esa jugada, que Tristante Oliva se retiró ese año a causa de "la presión que le generó ese penalti". Para empezar, a los dos días de ese partido Díaz Vega, director del Comité Técnico de Árbitros, confesó a De la Morena en El Larguero que esa jugada es penalti y que el árbitro había acertado. Sigo. Veinticuatro horas más tarde, en la reunión técnica anual de los árbitros se les informó que ese tipo de acciones en el área deben ser castigadas siempre con penalti. Vamos, que os estabais descojonando del Reglamento...

Segundo matiz. Dices, amigo Albelda, que cuando las expulsiones de Ilie y la de Aimar el resultado estaba abierto y esas tarjetas rojas alimentaron las derrotas del Valencia. Sin embargo, en la Supercopa de 2008 calificas a Iturralde González de "árbitro valiente, que no se arruga" por el hecho de expulsar a Van der Vaart y Van Nistelrooy, dejando al Madrid con nueve. Dices que la expulsión de Ruud fue "al final del partido" y que en vuestra derrota no influyó el arbitraje. Pues te recuerdo que Van Nistelrooy fue a la calle con veinte minutos por delante y 1-1 en el marcador. O sea, que cualquier otro equipo habría dado la Supercopa por perdida en ese momento (ese resultado hacía campeón a los chés).

Último matiz. El Madrid vio este domingo en Mestalla cómo Teixeira II no pitaba dos penaltis a Cristiano y no expulsaba a Gago. Aún así, ganó el Madrid 5-0. Para que veas, amigo Albelda. Todos, alguna vez en la vida, defendemos lo indefendible