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Un España-Uruguay en pleno páramo

Un España-Uruguay en pleno páramo

Esta tarde juega La Roja. La Roja contra La Celeste. Los últimos campeones del mundo contra los primeros, porque hay que recordar que el primer Mundial, el de 1930, lo ganó Uruguay. Lo ganó en casa, es verdad, pero si se le concedió la organización de aquel primer mundial fue porque Jules Rimet, un francés que lanzó el fútbol en la época heroica, tuvo el buen sentido de reconocerles a los uruguayos con ese gesto sus victorias en los JJOO de 1924 y 1928, ambas fuera de casa. Ese primero lo ganaron en Montevideo, sí, pero luego ganarían en 1950 otro, en Brasil, en aquella célebre tarde del Maracanazo.

Uruguay es un país con menos habitantes que Madrid, pero tan futbolero que mantiene su rango a través de los años. Ahora mismo es campeón de América. Así que hoy juegan el campeón de Europa contra el campeón de América, además de jugar el primer campeón del mundo contra el último. Bonito partido, que servirá para que Puyol juegue su partido número cien (¡ya era hora, yo lo estaba deseando!) para que Del Bosque empate a 68 partidos con Kubala (a partir de ahora será hombre récord) y quién sabe si para que estrenemos algún internacional, Isco, Azpilicueta o Mario Suárez.

Pero servirá sobre todo para que nos olvidemos durante dos horas de tanta fastrupia que nos rodea. El urdangarinato extiende su metástasis. Cada telediario es una película de terror. Ni el fútbol se libra. Lo del Mundial de Catar huele a chamusquina, la Real se ve comprometida en la Operación Puerto y Europol destapa una red de amaño de partidos. ¿Se nos cae también esto? No cunda el pánico. Miremos el fútbol como lo que pasa entre unas rayas de cal, de acuerdo a XVII venerables y antiguas reglas generalmente respetadas. Visto así, un España-Uruguay merece la pena... aunque se juegue en Catar.

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