Viendo el partido de anoche se hace necesaria una investigación para conocer dónde se ha metido Fabio Coentrao en el último año y medio. Su precio fue siempre una piedra en el cuello. Especialmente cuando gran parte de la afición consideraba que la plaza estaba suficientemente cubierta con Marcelo, que alcanzó la plenitud justo cuando llegó el portugués. Así que Mourinho, que había insistido en la compra de Fabio, forzó su titularidad en los comienzos como mediocentro. No coló. Era un jugador con más recorrido que jerarquía. Ante la imposibilidad de destronar a Marcelo, probó a ponerlo en alguna ocasión en la derecha. También le reservó para los partidos extremos, esgrimiendo sin demasiados argumentos que ofrecía mayor fortaleza defensiva que el brasileño.

Pasaron los meses y cundió el desánimo. Entre el público, el jugador y Mourinho, que le dejó incluso unas cuantas jornadas fuera de la lista. Y de repente, anoche, emergió el futbolista que creyó comprar el Madrid. Golpeó como un martillo por su banda, con energía, entusiasmo e insistencia. Mandó un balón al palo, le sacó otro milagrosamente De Gea, venció al equipo a la izquierda, hizo temblar al United. Su caso aún tiene remedio.