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El Barça dio síntomas demasiado malos

El Barça dio síntomas demasiado malos

Dos a cero perdió el Barça, lo que complica seriamente su pase a cuartos. Pero lo complica aún más la impresión de que aquello no era el Barça, o estaba dejando de serlo. Nunca hay que sacar conclusiones excesivas de un solo partido, pero se vio a un Barça demasiado pardillo, según la expresión que utiliza en la crónica Santi Giménez, demasiado incauto para caer en la trampa del oficio que le tendió el Milán. Una trampa vieja y conocida, que al Barça le han tendido innumerables veces y de la que ha salido indemne casi siempre. Eran los mismos de esas tantas otras veces, pero el equipo no era el mismo.

Porque no fue igual, por ejemplo, que lo del Chelsea del curso pasado. El Chelsea le eliminó en semifinales, pero se llevó cuatro tiros en los postes y pasó las de Caín. Anoche, el Barça no hizo una sola ocasión de gol, Abbiati no se lo podrá creer aún. Enfrentarse al Barça es salir con dos goles de Messi en la red y alguno más de algún otro, según cómo de inspirado estés. Pero Abbiati no vio nada de eso, sino dos goles cobrados por su equipo en la otra portería, y sin demasiado esfuerzo, todo hay que decirlo. Esa es otra: al Barça le están empezando a marcar goles con una frecuencia que antes no existía.

Son los mismos, no están mayores. Lo que faltó fue ese plus de ilusión, esa obsesión por la excelencia, ese mandato interior de ganar o, cuando menos, hacerlo todo siempre rematadamente bien. Guardiola era un obseso que mantuvo eso en todo lo alto hasta que se agotó a sí mismo. El mérito de Tito Vilanova fue conservar aquella inercia. El desafío de Roura, al que le ha caído esto en las manos de repente, es ese, recrear la obsesión por la excelencia. Es difícil, pero no es imposible. El Barça aún no ha perdido nada, el Madrid será un estímulo para la reacción, pero los síntomas fueron malos.

 

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