Lo más asombroso de todo es que este Sevilla de dos caras y poco fiable que hemos visto esta temporada todavía tiene opciones de meterse en Europa. Entre la final de la Copa del Rey y la sanción al Málaga (pendiente de ser confirmada o no por el TAS) hasta el octavo tendría premio. Y en esas está el Sevilla de Unai Emery, cada vez más fuerte, cada vez jugando mejor pero con el mismo estigma que el de Míchel: nunca puntúa cuando juega regular o mal y no siempre que es superior al rival logra sumar. Lo vimos, otra vez, en el gran derbi del Villamarín.

Con el poderío y calidad de su ataque, extraña la falta de gol que ha lastrado al Sevilla desde el principio. Y con las buenas virtudes de Medel (que las tiene) y Kondogbia, parecen inexplicables las exhibiciones de inexperiencia, candidez y torpeza que ha mostrado cada dos semanas fuera de casa. Fallaba el Sevilla en las tres áreas decisivas: atrás (falta nivel), arriba (falta otro delantero) y en la técnica. Emery no hace milagros, pero sí es mejor que sus predecesores en los últimos años. Y se nota. No sé si al Sevilla le dará tiempo a llegar a Europa, pero sí sé que ha perdido mucho, mucho tiempo.