El Barça pierde su credibilidad

El Barça pierde su credibilidad

No se pierde cuatro a cero por casualidad. Se pierde cuatro a cero porque fallan unas cuantas cosas. En este caso son reconocibles. Una, que Messi no estaba para jugar: salió a pasearse y se notó muy pronto; no asustó. Dos, que el fondo de la defensa del Barça no es lo que debería ser; ahí ha habido un abandono del que Zubizarreta tendrá que responder algún día. Tres, que todo el Barça sufre una falta de tono que ya se venía acusando desde hace unos cuantos partidos. Y cuatro, que ha descuidado la buena mano que tuvo en las cancillerías. Lo de Ovrebo queda lejos. Total, cuatro a cero.

Un resultado tremendo, estremecedor, irremontable. Ya nadie puede imaginar la soñada final española. Un resultado que llegó por dos corners mal defendidos y peor arbitrados, por una jugada en la que el juez de gol se hizo el despistado y por un último ataque de verdad bien construido. Pero también un resultado tremendo porque el Barça fue nada entre dos platos. El gran equipo de estos últimos años se desvanece. Pierde la fe, se desanudan las conexiones y acusa, sobre todo, falta de mando. ¿Por qué jugó Messi si no estaba en condiciones? Mejor haberle reservado para la vuelta. ¿O no?

Una vez visto, todo el mundo es listo, dice un amigo mío. Y tiene razón. Pero llegados a estos niveles, es obligado esperar de aquellos a quienes corresponde discernir si un jugador está o no para un partido. Empezando por el propio jugador. Lo de ayer me recordó al empeño de Figo por jugar la final del Centenariazo, con fatal consecuencia para el Madrid. Peor esto, porque había un partido de vuelta. Ahora ya no lo hay. En la práctica, el Barça está eliminado. Esta goleada marca el fin de un ciclo. El Barça perdió cuatro a cero, pero con ello perdió algo más: perdió su incontestable credibilidad.