Ocho minutos para la redención
Adiós, adiós, adiós. Adiós final de Champions. Pero adiós grandioso, sufrido tras un asalto final al castillo del 4-1 de la ida. En aquel partido de Dortmund se dejó el Madrid esta final. En el de anoche, la vuelta, mandó en el primer cuarto de hora y avasalló en los últimos diez minutos. No hubo gol en el primer cuarto de hora, aunque sí ocasiones. Ahí se escapó la final, en esas tres ocasiones que se les escaparon a Higuaín, Cristiano y Özil. Ahí se distanció el público del equipo, ahí recuperó el Borussia el resuello, ahí se aplazaron las pasiones del Bernabéu, ahí quedó todo en suspenso.
Y así siguió hasta el final, hasta los último ocho minutos. Fue entonces, cuando ya el Borussia estaba campando por sus respetos, cómodo, rozando el gol, tramitando los pasajes para Wembley, cuando llegó una limpia y buena jugada de ataque del Madrid, apertura de Kaká a la derecha, centro de Özil y remate claro de Benzema. Era el 81’. Entonces se desató el loquinario. Al Borussia se le aflojaron las piernas y el Madrid se echó arriba con todo, en busca de más goles. El segundo no tardó en llegar, en un remate seco y próximo de Sergio Ramos. Con el Bernabéu convertido ya en un huracán.
“El Bernabéu es el crack de todos los tiempos”, dijo Valdano en la transmisión de la SER. Así es. Cuando al Madrid parecía no quedarle nada, le quedaba todavía eso: el Bernabéu. Bastó un gol, cuando más postrado estaba, para que se desencadenase un vendaval que afligió al Borussia, dio lugar al segundo gol e hizo pensar en el milagro. Esa es la verdad que me queda, y también la pena: por encima de sistemas, métodos y doctrinas, hay un eterno histórico que empuja en ese viejo solar. Sólo que ayer despertó tarde. Quizá porque ni Mourinho ni el club querían creer en eso, y se les notó.