NewslettersRegístrateAPP
españaESPAÑAchileCHILEcolombiaCOLOMBIAusaUSAméxicoMÉXICOusa latinoUSA LATINOaméricaAMÉRICA

Simeone y Mourinho, verbos distintos

Actualizado a

Escuchando las dos conferencias de prensa tras la final se explican mejor las cosas. Simeone trabajó para el Atlético, lo siente como propio. Mourinho trabajó para su palmarés, para su ombligo, para sus fobias. Lo de Simeone fue magnífico, de pé a pa. Su homenaje a la gente que trabaja en el club, su forma de presentar el éxito del Atlético como un logro social, la referencia lo que le había leído a Futre sobre lo que significaba ganar una final en el Bernabéu, los elogios a sus jugadores, hasta la emoción. Puro Atlético, palabras de un hombre que siente un club, que puede decir orgulloso: “Somos peores, pero...”

Lo contrario que Mourinho. Su palmarés. Su peor año. El recuento de su pobre cosecha de este año, “un éxito para cualquier otro entrenador”, un fracaso para él. El Madrid en segundo plano, ese Madrid que le ha dado la plantilla más cara del mundo, ese Madrid cuya afición se ha ido desgarrando por sus intemperancias, ese Madrid cuyo presidente se ha humillado, cada vez más notoriamente, ante sus caprichos de amante consentida, a ver si a base de no molestarle el gran mago obraba el milagro de la Décima. Qué dos formas tan distintas de estar en un club, las de Simeone y Mourinho.

El Madrid pudo ganar, sí, tuvo tres palos, pero hay algo de justicia poética en que Mourinho se marche sin Copa. Él mismo puso de su parte. Todos dudamos que Falcao le hubiera podido hacer a Pepe lo que hizo Albiol en el 1-1. Todos recordamos, viendo a Diego López en los dos goles, las tres proezas con las que Casillas frenó lo mejor de la tremenda tormenta de fútbol del Barça en la segunda mitad de aquella nada lejana final en Valencia. Sí, las palabras al final del partido encerraban la explicación de todo: Simeone es el Atlético, Mourinho es un huésped molesto, el penúltimo (¿o último?) extravío de Florentino.