Hubo un tiempo en el que el Barça necesitaba reinventarse cada verano. Era una era de Recopas, aisladas victorias ante el Madrid que justificaban temporadas y de Ligas cada 14 años. Por aquel entonces, la cosa estaba clara. Se fichaba al cromo del verano con la guarnición adecuada y Santas Pascuas. Era un sistema determinístico en el que las variables se acercaban irremisiblemente al elemento atractor. Se llamara Maradona, Schuster o Riquelme. Pero hace tiempo, el Barça ha adoptado el hábito de ganar regularmente.

Instalado en la victoria, el Barça abandona el determinismo para adoptar la Teoría del Caos, por la cual el acercamiento o el alejamiento al elemento atractor depende de variables mínimas que pueden cambiarlo todo en un instante. De otra manera no se explica la estrategia con Thiago Silva. El brasileño, en una época de vacas flacas hubiera aterrizado en el Camp Nou costara lo que costara. Ahora, depende de variables impredecibles y caóticas. Cuando estaba a tiro, no hubo bemoles de mojarse y ahora que lo exigen, parece demasiado tarde. Todo depende del aleteo de una mariposa. Bienvenidos al caos.