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Falcao se va, pero queda en el santoral

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Falcao se va entre ovaciones. A mí me gusta que los jugadores duren, cosa cada vez menos frecuente, pero los que tengan que salir al menos que salgan bien, sin decepciones ni reproches mutuos. Es curioso: un aire de paz se ha instalado últimamente en el Atlético de Madrid, club de tradición más bien agitada y hasta turbulenta. Salen jugadores emblemáticos con alguna frecuencia y no se produce desgarro. La afición se ha acostumbrado a que cada salida se cubra bien, y así ha venido ocurriendo en los últimos casos. Tras Torres, Kun Agüero, tras Agüero, Falcao. Tras De Gea, Courtois...

Un amigo mío le decía ayer a Miguel Ángel Gil, entre bromas y veras, que lo suyo era un caso para el IESE. ¿Cómo se puede conseguir esto? En el fondo hay un secreto: que el clubevita que se vayan al Madrid. Como en todos los casos ha existido el temor de que eso ocurriera, cuando se produce la salida y no es ahí, hay alivio, casi felicidad. Por eso todos han salido tan bien, salvo Agüero, al que se le vio el plumero. Los demás son queridos y sentidos como propios todavía por los atléticos, en especial Torres, el primero en irse, y sobre cuya presencia en La Roja siempre discuten madridistas y atléticos.

Ahora se va Falcao entre ese aire de calma que comento y que está mucho mejor expresado que por mí por Simeone, que ayer dijo: "No pienso siFalcao se va, pienso en lo que dio". En esa misma posición están la mayoría de los atléticos, que con él han ganado una Europa League, una Supercopa de Europa (el partido fue un monumento y Falcao estuvo cumbre), la final de Copa (adiós a catorce años mortificantes) y el premio sin trofeo de plata pero tan necesario: un puesto en la Champions. No se retirará aquí, no habrá estado catorce años, pero deja una gran estela. Está en el santoral atlético.