La suerte del Conejo Saviola y la pasión según Julio Baptista

La suerte del Conejo Saviola y la pasión según Julio Baptista

El Conejo. Los que somos del Barça tuvimos en un cierto tiempo tanta hambre de fútbol que muchas tardes soñamos que nuestra salvación estaba en los pies de Javier Saviola, también llamado el Conejo Saviola. Driblaba bien, se metía bien en las líneas enemigas y siempre parecía que iba a resolver el partido. Esperábamos todavía el milagro de Ronaldinho y creíamos en los pajaritos pintados, y Saviola era un pajarito pintado. Pasó el tiempo y el Conejo voló. Se fue a Portugal, se instaló en Málaga, y ahora, con 31 años, recala en el Pireo, a bordo del barco del Olympiacos.

Ataque de nervios. Son tiempos flacos para el fútbol, y sobre todo para el Málaga, que está al borde de un ataque de nervios, y tanto que lo siento, sobre todo por Paco Pérez Bryand, el productor musical, y por el actor Antonio de la Torre. Ni su aliento lo salva. Y en esa destrucción progresiva ha caído el Conejo. A mí me ha dado pena. Verlo jugar los domingos me llevaba a la nostalgia de los tiempos en que sufríamos tanto que hasta él parecía la solución del Barça.

El goleador. En ese tinglado decreciente que es el fútbol español de ahora le han puesto un trampolín al Málaga y por él se ha tirado otra promesa diluida del fútbol que vino de fuera. Julio Baptista no llegó a los límites de Ronaldinho ni de Romario, ni por supuesto ha subido a las cotas de esperanzas de Neymar. Pero venía de Brasil, era un goleador, era capaz de marcar goles que sólo a él y a Hugo Sánchez se le podían ocurrir y con esas habilidades sorprendió en Madrid y en Sevilla, pero recaló en Málaga, donde tan buen tiempo hace, y pasó de la bonanza al temporal; estuvo incluso en querellas judiciales con el equipo que dice haber amado mucho. Se vuelve a Brasil.

Mundial. Dice que se va porque allí habrá Mundial pronto, y que quiere engancharse. Dios, el dios del fútbol, le dé suerte y lo coloque en esa yincana a la que se somete. Dice también que piensa volver a España. A mí me parece que tal como está el negocio del fútbol (y cómo estará), ese boleto, como dicen los mexicanos, no tiene regreso. Que Baptista ya es historia en el calendario español, que no volverá sino a tomar sol en la Costa del Sol. Y si triunfa allá donde va será porque conserva en las botas el brillo que tuvo vestido de blanco, porque como blanquiazul la pólvora se le fue en querellas.

El Pipa. Me ha dado pena. Era un gran goleador, un tipo sensible en el campo. Le producía melancolía a Benzema. Pero su marcha no es un tónico para el francés. Ahora, en Nápoles se ve que lo quieren. A lo mejor esa tierra tan alegre es un tónico para él, que aquí andaba a veces tan melancólico como el que ahora se queda sin competidor.

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