A uno le costó bastante aceptar que se va a producir, sí o sí, la mudanza del Manzanares a La Peineta. De repente uno era algo conservador y se imponían los recuerdos y las costumbres, como la de bajar, aún cursando EGB, en el 17 desde Aluche a Pontones. Más o menos ya está asumido el cambio, pero es cierto que con la brutal desilusión de la no concesión de los Juegos Olímpicos de 2020 a nuestro Madrid, los nostálgicos del Calderón se hicieron ilusiones pensando que la mudanza ya no se produciría. La decepción de Buenos Aires traía alguna esperanza a aquellos que no quieren marcharse del coliseo del Manzanares. Pero no hay nada que hacer. Según los dirigentes del Atlético los plazos se mantienen. Habrá que ver si a FCC le alcanza el dinero para levantar el nuevo estadio, porque esa pasta debe salir de la venta de los pisos que todavía hay que levantar en la parcela de la Mahou. Y esos pisos ya no se venderán al precio que se estimaba al firmar el plan urbanístico de la zona en 2008.

El Atlético necesita meterse en Champions las próximas cinco temporadas para quitarse su deuda histórica. Simeone y todo su cuerpo técnico trabajan codo con codo y en perfecta sintonía con Miguel Ángel Gil y Enrique Cerezo para cumplir el objetivo deportivo de ser terceros. Para la buena marcha deportiva y económica, el cambio de domicilio también será vital. Igual que el Atlético creció cuando se mudó del Metropolitano al Calderón, dará un salto cualitativo con el traslado a La Peineta. El Atlético contará con uno de los mejores estadios del mundo y sus socios y abonados disfrutarán de las comodidades y ventajas que están preparando desde hace meses en el departamento de área social que dirige Fernando Fariza. El cambio será bueno para los atléticos. Seguro.