El mundo, excepción hecha de Mourinho, se parará para ver el Clásico del fútbol mundial. Aunque Mou dice que no lo verá en Londres, su sombra planeará por el Camp Nou. En el mismo escenario en el que metió el dedo en el ojo o la pata hasta el fondo, también supo desplegar un Madrid autoritario, que fue capaz de ganar una Liga con aquel gol de Cristiano, tras sensacional pase de Özil. Ahora se impone el perfil bajo en ambos banquillos. Martino y Ancelotti prefieren proyectar su éxito en los jugadores. Pronto sabremos si es bueno para el fútbol, pero ya es edificante que el protagonismo esté en los futbolistas.

Cristiano llega algún punto por encima de Messi. En lo físico y, sobre todo, en lo anímico. Cuatro temporadas y veinte millones de euros netos después, Cristiano ha conseguido que el Real Madrid, el club y el equipo, pivoten alrededor de su figura. El portugués se ha ganado todos y cada uno de los galones que ahora tiene y desprende esa aureola del que se siente poderoso para desbancar a Messi del trono de mejor futbolista del mundo. Si el Madrid quiere sacar tajada va a tener que ser solidario, intenso y aprovechar su velocidad. Allí puede tener sentido el papel de Bale. En pocos partidos va a tener más campo para correr que éste. En las jugadas a balón parado, sobre todo si no entra Piqué, estará su otra mínima ventaja. Este Barça, jugando en el Camp Nou, con Neymar y Messi, no puede más que ser favorito, pero el Madrid tiene a Cristiano.