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Cuidado, no tocar: frágil

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Fue imposible interpretar al Sevilla en el Bernabéu. Un tobogán de emociones. Una defensa de feriantes, un ataque con transiciones coquetas a lomos de Rakitic pero un equipo sin ningún calado que aún no ha roto a nada y que terminó descompuesto, con una derrota que sonroja porque siete goles en el Bernabéu, por más que fuese un partido de grietas, resultan inaceptables para un equipo que gasta más de 40 millones de euros en masa salarial. Por más que el Sevilla se haya renovado con 14 jugadores, un 7-3 es resultado glorioso de años lejanísimos, bien lo sabe el Madrid. No de esta época.

La clase dirigente del Sevilla debe mirar con pesar este panorama porque este equipo hace un lustro le miraba a los ojos al Madrid y, en noches mágicas, hasta ganaba 3-5 y daba vueltas de honor en la Supercopa. Aquello son cenizas, es cierto. Pero las reconstrucciones se tienen que empezar desde la dignidad y encajar siete goles resulta feo. Se marchó el Sevilla con la cabeza baja y con la sensación de que incluso puede sentirse afortunado. Con 3-0 a la media hora y 60 minutos por delante de náufrago en el océano, ese elemento fascinante que tiene el fútbol le puso en puertas de un 3-3 que hubiera resultado casi una aparición sobrenatural. Luego llegó la realidad, el durísimo siete. Una caída que es la cruel imagen de un equipo que sueña con levantarse a lo grande. Pero eso, en el fascinante fútbol, no es nada fácil.