Tuve la suerte de estar en 1995 en el Ellis Park de Johannesburgo, en el famoso partido de Sudáfrica contra los All Blacks. Allí vi a Mandela en directo con la camiseta Springbok, un símbolo de los blancos. Un año antes se había convertido en presidente, pero nadie entonces, en aquel estadio, era consciente de lo que quería conseguir con aquel partido. Sólo lo sabía él y dudo mucho que incluso Pienaar lo supiera y, por supuesto, tampoco ninguno de sus compañeros.

Lo sé porque 15 años después regresé al Ellis Park, al Mundial de fútbol. Acudí dos horas antes a mi primer partido y llevé el libro de John Carling, El factor humano, en cuya portada salen Mandela y Pienaar. Mostré la foto a varios sudafricanos, blancos y negros, todos hablaron muy bien de Mandela, pero reconocieron que nadie fue consciente aquel día de lo que ese partido significó para el país. Nadie sabía la intención que tenía Mandela al llevar esa camiseta, al tender la mano a su enemigo, al celebrar su victoria, al contagiar la alegría a los seguidores negros. Él fue el primero en pensarlo y en actuar, y detrás fueron todos. Y esa ola que levantó sigue y seguirá llegando, algunos cogen la ola antes y otros después, pero todos la cogen. Eso es un líder.