De Barto se puede esperar todo, pero no milagros

Enorme papeleta la del nuevo presidente del Barcelona, a quien todos llaman Barto. Es un buen nombre para animador de la grada. “¡Barto, toca el tambor!” Pero le viene bien el nombre. “Oye, ¡que todavía no ha venido Barto!” A nadie se le ocurriría llamar al presidente del Madrid Floren, pues en primer lugar él te echaría de la grada. Pero Barto es un apócope perfecto, con el que cualquiera puede convivir.

Barto, menuda papeleta tiene. Lo vi el último viernes y me sorprendió. Yo no sabía que en la directiva del Barça hubiera personas simpáticas; me pasa desde la época de Miró Sans, en la noche de los tiempos. Con aquel bigotito oscuro, y su camisa azul, presidiendo los partidos como Franco presidía la plaza de Oriente. Una vez le pedí un banderín, y no se dignó a enviármelo. Lo odié por eso, y no me quité del Barça porque de un equipo uno no se quita: uno se quita de una directiva. Luego vinieron Enrique Llaudet, Montal, Núñez, Laporta, hasta Sandro Rossell. Laporta tenía los atributos del aficionado golfo capaz de cerrar las discotecas para celebrar una victoria sobre el Elche. Núñez, sin embargo, tenía el aspecto del prefecto del colegio que te pegaba reglazos en los dedos de la mano.

De Rossell ya escribí aquí. Sólo lo vi en persona una vez en la vida; él iba solo, al encuentro de unos ejecutivos, y me parecía que sonreía sin ganas, como si después de la sonrisa viniera el temblor de dientes. Con Laporta tuve un solo encuentro, muy extraño. Pues estábamos al pie de una tumba, en el entierro de un gran amigo; alguien que estaba con nosotros, mi amigo Joaquín Estefanía, madridista, le contó que yo era del Barça. Entonces él se interesó por la razón que lleva a un canario a ser del Barcelona; el resultado de esa batallita personal fue que le conté lo que me pasó con Llaudet. Entonces él se fue despojando de su propia insignia hasta que me la colocó en la solapa.

Me pareció listo como una tea. Ahora he visto a Barto y me ha parecido también listo como una tea. En la primera conferencia de prensa y en sucesivas desmontó el estilo bronco de Rossell, se ofreció a hacer las paces con el aficionado que los ha llevado al embrollo Neymar e incluso declaró su amor por Cruyff. Luego tuvo que contentar a su parroquia más cercana y sacó esas tonterías contra los madridistas. ¿Y qué va a hacer el hombre? Tiene que contemporizar ahora con los ultras de dentro para calmar a los ultras de fuera. Que aquel primer día sonriera me pareció un milagro. Y no descarto que más pronto que tarde haga las paces urbi et orbe, porque yo creo que detrás de esa sonrisa hay un poco, aunque sea muy poco, de las habilidades del papa Francisco. Denle tiempo, sólo ha empezado Barto a tocar su flauta.