Brasil hará un Mundial inolvidable

La FIFA lleva un tiempo lanzándole dardos a Brasil por el retraso en las obras de algunos estadios, especialmente por el de Curitiba. No le falta razón para las quejas, aunque antes de lanzarlas a los cuatro vientos debería recordar que en la Eurocopa 2012, en Polonia y Ucrania, pasó lo mismo o peor. Se jugó con algunos estadios terminados sobre la bocina, a los que se llegaba por carreteras que morían en caminos de tierra, inacabadas y sin señalización. Un caos.

Durante la pasada Confecup lo que se vio es que todo iba más lento de lo previsto. Pero en el último semestre han trabajado duro. No se les puede reclamar responsabilidades antes de tiempo, como reclama el embajador Paulo Cesar de Oliveira Campos. El diplomático tiene fe en que su país cumplirá los plazos, no sólo los del Mundial sino también los de los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro. Y merecen un margen de confianza por lo menos igual al que tuvieron Polonia y Ucrania, donde por cierto hubo bastante manga ancha. No es justo cambiar la vara de medir según un país esté en un continente u otro. Y por eso hay que otorgarle a Brasil el tiempo que reclama.

Al margen de las obras, y sin que sirva de excusa, hay que considerar también lo que es un Mundial en Brasil. La Copa Confederaciones de 2013 fue una manifestación de alegría, fervor por el fútbol y pasión en las calles que sólo se han visto allí, en Brasil. Es verdad que también hubo protestas, algunas intensas, en lo que De Oliveira Campos define como “síntomas de una democracia que avanza”. En el Mundial habrá protestas, pero también fútbol. Y no hay nada a lo que le pongan más pasión los brasileños que al fútbol. Ni siquiera a las huelgas.