El diluvio y el arca de Messi

Esta pesadumbre que alimenta a la afición del Barça en los momentos de incertidumbre alcanzó ayer su punto culminante, porque el equipo se enfría bajo el diluvio y el ánimo barcelonista se queda bajo mínimos. Como si temieran siempre la derrota como asunto inevitable del juego, hasta los más acérrimos hacen apuestas a la baja, y no llegan a temer el descenso sólo porque Dios es grande. Luego viene la victoria, como anoche, y el alivio se traduce en olvido: como si no hubieran dicho que el equipo ya se había convertido en el desastre que habían predicho. Menos mal que existe el equipo y no son los aficionados los encargados de reaccionar. Anoche ocurrió uno de esos episodios en que parecía que la tormenta no era tan solo atmosférica sino que tenía el color azulgrana. Un gol que denunciaron hasta los propios como fuera de juego ingresó al equipo en la esperanza de recuperar el liderato que había dormido la noche anterior en la casa blanca, y luego la resurrección de Messi, de cuya arca salieron dos goles perfectos, además de un gol exquisito del recuperado Cesc Fàbregas, llenaron otra vez de aire al equipo que en la primera hora de la primera parte parecía destinado (por los suyos) al detritus de la Liga.

Es cierto que la defensa era un coladero, pero es verdad también que el equipo no le perdió nunca la cara al Sevilla. No fue fácil, así que tiene más mérito este 1-4. Pero no será suficiente. Esta semana oiremos hablar otra vez como si el Barça estuviera en la UVI.