Simeone no se detiene a llorar

Los atléticos han entrado en un peligroso lloriqueo arbitral. Justificado si quieren, pero nocivo. Clama la hinchada, se quejan los directivos y protestan los jugadores. Lamentos masivos que componen un clima victimista históricamente perjudicial para los rojiblancos. Un estado emocional que agrupa, fortalece como comunidad, pero que debilita en lo competitivo, invita a la derrota. Muchos colchoneros lo aprendieron en la Liga de Cabeza (1981): no se escapó por los atropellos, que los hubo, sino por la reacción catastrofista alrededor de ellos.

Cuando uno se convence de vivir perseguido, está perdido. A la que el error en contra se produce, siente reforzada su teoría, suelta un “lo ves” y se deprime, se distrae, se sale. Encontrada la excusa se desentiende de la solución. Aquí el quien no llora, no mama es quien llora, sigue llorando. Miren el madridismo de hoy (que manda narices), no sale del bucle. Lo mejor para el Atlético es que el Cholo, animal competitivo, ha advertido el peligro: las excusas descentran, desgastan y desenfocan. No va a tolerar ahí dentro distracciones lastimeras. No es que niegue la evidencia; simplemente no se entretiene en ella. Pase lo pase, sigue para adelante. Ole, ole, Simeone.