El arte de la paciencia

El destornillador. Todo artista tiene en su alma una caja de herramientas. Entre las que utiliza Messi está la más demoledora de todas, el destornillador. Entra hasta el final de la paciencia del contrario y se revuelve haciendo diabluras hasta que abre el hueco. No se prodigó, jugó a impacientar usando su legendaria paciencia, hasta que al final agarró en zona de peligro a Demichelis, un enemigo peligroso, dio con él en el suelo y, desde el suelo, el exmalaguista lo derribó. El resultado fue roja y penalti, y lo siguiente fue una recompensa para la paciencia del artista argentino, el destornillador del Barça.

El insistente. Cuando Alves centra tiembla el misterio… propio, pues rara vez en los últimos años el lateral más atrabiliario del mundo ha acertado con su objetivo. Sin embargo anoche alternó esos fallos con intentos más directos; estuvo a punto de acertar con uno de esos disparos atrevidos, pero la bola se fue por poco lejos de la red. Pero cuando el partido estaba a punto de quedar en la mínima lo intentó de nuevo y llegó al fondo de las mallas como si hubiera estado ensayando desde hace décadas esa jugada decisiva.

El ritmo. Hubo un Barça solo anoche en Manchester. El equipo no se rompió, su esquema fue coherente, como un cuadro que tuviera un solo color pero muchos tonos. La esencia de ese juego está en los pies de Xavi, que hizo más de un centenar de pases y además intentó el gol con peligro, y en la mente de Iniesta. Me atrevo a decir que en Iniesta nace el juego antes de que la pelota lo protagonice, y el resultado de esa mentalización del fútbol es la posterior elegancia de la jugada. Xavi es mucho más barroco; se resuelve como si se la quisiera quedar, y va desarrollando su idea de lo que sigue mientras ocurre el juego. De esa naturaleza doble del Barça nace su paciencia. Gracias a la paciencia, me parece, el equipo puso en su lugar a los de Pellegrini, que corrían con el brío que ya se les conoce pero que no tuvieron delante a la antiguamente dubitativa defensa azulgrana. Parecía que los barcelonistas jugaban bajo juramento: no nos meterán un gol. Y los contrarios no lo metieron.

El principio. El principio en el que se basó siempre, y se basa ahora, esa certeza defensiva de los barcelonistas es Víctor Valdés. Hizo algunas paradas que lo consagran como el mejor portero… del Barça, y señalo esos puntos suspensivos por si se ofenden quienes creen, con sus razones, que el mejor portero del mundo es otro. Hubo un testigo de esa capacidad asombrosa para estar donde debe estar: su compañero de Selección, Silva, que disparó con mucho poderío y luego se quedó agarrándose la boca, que tenía abierta, asombrado de esa estirada extraordinaria de Valdés. A su lado, la defensa fue especialmente poderosa, y esta es una novedad. Acaso esta novedad y la paciencia de Iniesta, Xavi y Busquets fueron los que garantizaron el triunfo del arte sobre la fuerza.

El resultado. Lo que ocurre con partidos así es que uno se va de ellos consciente de que este equipo, sus individuales más destacadas, no ha terminado su ciclo triunfal, a pesar de los altibajos que sigue mostrando incluso durante algunos encuentros. Un amigo que suele ver los partidos conmigo, el músico Alejo Stivel, me escribió desde Argentina: “Qué lindo equipo tenemos”. Y el poeta Julio Llamazares, al que le gusta el fútbol y con quien lo vi anoche, insistía: “O marcan el segundo o sufren”… El resultado calma el partido de vuelta en el Camp Nou, pero aún si hubieran quedado 0-1 el triunfo de la paciencia del arte hubiera merecido el aplauso de los que creemos que Iniesta, por nombrar a uno, sigue siendo el rey.