En Alemania tienen memoria

Le bastaron dos años para enamorar a los mineros de Gelsenkirchen. Le quieren como si hubiese nacido en los vestuarios del Veltins Arena. Raúl no buscó allí un plan de pensiones. Acudió a la llamada del Schalke para engrandecer un poquito más su leyenda. Allí disfrutaron con sus goles y su pelea extenuante. Le hicieron dos homenajes, hasta lograr que el Madrid reaccionase y se viese forzado a organizar el último Trofeo Bernabéu en su honor (aunque AS tuvo que ‘recordarles’ que en el cartel no aparecía...).

Raúl se sintió tan querido allí que ha confesado que esta eliminatoria la verá con el corazón partío. Mi radicalismo madridista me hace torcer un poco el gesto. Siempre imagino a Raúl vibrando con los triunfos blancos y llorando con las derrotas. Pero entiendo esta bipolaridad emocional del gran capitán. En el Schalke le trataron como si fuese un mito viviente del fútbol. Nadie le enseñó la puerta de salida. Nadie dudó entre bambalinas de su rendimiento. Nadie sopesó las ventajas de su posible marcha... Raúl debería haber sido el Giggs del Madrid. El galés tiene 40 años, 24 de los cuales los ha vivido defendiendo la camiseta del United en Old Trafford. Todavía es titular con los red devils en algunos partidos de Champions. Raúl debió retirarse de blanco en el Bernabéu, con su gente, con esa legión de admiradores que aún sueñan con su regreso a casa. Todos le echamos de menos...