Pedro es un jugador fuera de lo común porque es normal

Es una persona normal Pedro Rodríguez Ledesma. Ha ido creciendo hasta la edad que tiene, ni un paso más. Y crecerá como la vida marca la evolución de las buenas personas. Que nadie espere de él aspavientos, ni desplantes, no se emborrachará con autógrafos ni pedirá el oro y el moro al fútbol o a la vida. Es así, Pedro, antes Pedrito.

Cuando era un adolescente era así, y fue así cuando Guardiola lo rescató del Barça B e iba a ser desviado a las tinieblas exteriores. Y fue así cuando triunfó a las órdenes de Pep y cuando se tambaleó al final de esa era y entró el equipo en cierta zona de confusión, en la que persiste.

Ahora, triunfante otra vez (en su equipo, no se olvide, y en la Selección), es imposible concebir que Pedro se tuerza. Esto último, que se tuerza, es una amenaza que siempre cae sobre la cabeza de los futbolistas. Una vez le pregunté a un entrenador que ha sido crucial para él si había peligro que sucediera eso con Pedro. Me dijo que no: “Tiene buena pasta”.

Esa pasta tiene mucho que ver con su origen, el sur tinerfeño. Ahí la gente acostumbra a asombrarse poco de las cosas, porque durante siglos esa tierra estuvo como dejada de la mano de Dios. En los años setenta del siglo pasado tuvieron la autopista que cambió el curso de su historia; ahora el sur, desde donde nació Pedro, en Abades, hasta Guía de Isora, es un emporio turístico, que ha abierto horizontes, ha conseguido dinero para quienes antes no tenían nada y ha mejorado la vida, aparte de que también, como suele ocurrir, ha tergiversado algunas cosas.

Los que son como Pedro, es decir, como su familia, esa abundancia no fue un material que les afectara mucho, así que han sido, como muchos canarios del sur, trabajadores que han pasado penurias y alegrías, y que a veces han sido víctimas de un entorno que en los siglos pasados fue caciquil y difícil y que de alguna manera se ha prolongado en la vida de las familias y también de las de sus hijos. Doy fe.

Aquel sur es ya otro sur, y Pedro es uno de sus héroes. Cuando la gente celebra sus hazañas, yo trato de imaginar a sus padres, a sus amigos de entonces, en San Isidro, donde se formó, en Abades, y me explico hasta qué punto esa heroicidad es una reivindicación de un carácter, de una manera de ser. En efecto, a Pedrito no se le ha subido a la cabeza ser Pedro, porque, como decía aquel entrenador que ahora no nombro, era de una pasta irrompible. Le escuché decir a José Ramón de la Morena este miércoles que se parecía a Iniesta. Y a Del Bosque, por cierto. Se parece a las buenas personas. No se va a torcer, ni va a decir, por ejemplo, que le molesta ser suplente en el Barça. Porque en el alma de los que amamos el Barça Pedro no es suplente, por cierto.