Querer al Barça ahora

Criticar. Ahora casi todos los frentes están abiertos; advierto que está abierto incluso el frente de la afición, que ha empezado a olvidarse del Barça como si tuviera que despertar para recuperar la intensidad del apoyo. Es una visión difícil de aceptar, pues los aficionados de un equipo no tenemos otro equipo. Somos del Barça (como otros son del Madrid, de los dos atléticos, del Valladolid o del Tenerife) y no tenemos equipo sustituto. No nos quedamos sin equipo porque el equipo esté en crisis. Pero cuando viene la crisis la crítica se acentúa. En estado crítico, en el que el entró ayer en Valladolid, el Barça no merece condolencias, sino apoyos.

Historia. Este es el año más difícil del Barça de la última década. No es coincidencia, ni un azar; ha habido cuatro crisis sucesivas, dos en el banquillo, donde el creador de este Barça, Guardiola, decidió irse “para no hacernos daño”; su sustituto natural tuvo que dejar el banquillo en manos de su segundo, de modo que fue en términos reales el tercer entrenador el que se puso a llevar las riendas. Y cuando se recuperó Tito, de pronto un ramalazo de la mala suerte que no avisa lo alejó otra vez del banquillo y el Barça quedó de pronto, sin red, en manos de un entrenador que venía de lejos y tenía que entrenarse como entrenador de uno de los mejores equipos del mundo.

La directiva. Paralelamente a esas improvisaciones alentadas por la mala fortuna o por la mala gestión, la directiva empezó su propia cuesta abajo en la rodada; empezó la riña interior, la elaboración burocrática de sus errores, la dimisión del presidente Rosell, la evidencia de que el caso Neymar había sido un error formidable. Y la transpiración de esos hechos, que son tan graves como las otras crisis, ha terminado teniendo un efecto evidente en la cancha.

Martino. Me parece un buen entrenador, y un hombre honesto; reacciona con la nobleza del buen perdedor, y ya esa postura lo tiene como experto, desgraciadamente. Pero es también un buen ganador, educado con el contrario. Tiene un gran equipo, ahora falto de ideas, desocupado de la elaboración de jugadas, atristado, como diría César Vallejo. Esos materiales son muy difíciles de controlar desde el banquillo una vez que el equipo entra en juego. Si los mejores jugadores del mundo fallan (Neymar, fatal, Messi, peristáltico), qué puede hacer un entrenador.

Impotencia. Esa palabra, impotencia, pronunciada por Martino, no tiene que ver ahora sólo con el equipo, sino con el aficionado. Cuidado, este es el momento en que si quieres a un equipo tienes que reaccionar con energía positiva. El Valladolid mereció ganar, enhorabuena; el Barça mereció perder, una desgracia. Esa impotencia es un punto de llegada, pues los traspiés se han ido sucedido de manera dramática, de modo que ahora empeorar sería suicida. Podemos apelar a la responsabilidad de los futbolistas. A nosotros, los aficionados, sólo nos queda asumir que no es la primera vez que hemos visto la lengua del infierno. Hay que pisarla, pues ahora es cuando hay que querer al Barça. Quererlo cuando es de lujo está al alcance de cualquiera. Sobre todo, de los que se apuntan siempre al desembarco en Normandía aunque no hayan luchado cuando no había esperanza.