Hacia dónde miran los astros y qué respuesta reciben

Miran al balón, primeramente; el balón es el dios del fútbol, su único señor. Hay algunos que miran, después, al graderío, para lograr más aplauso, después a la presidencia del palco, si están en desacuerdo con la valoración que allí se hace de sus merecimientos, y finalmente a la familia, que suele estar pendiente de que la miren desde el césped.

En España actúan dos astros a los que la gente mira mucho, los aficionados, los directivos, los enemigos y la familia. Yo me he acostumbrado tanto a los goles de Cristiano Ronaldo en el Madrid que ya me he hecho un experto en sus celebraciones. Comenzó siendo estruendoso, como si después de su gol ya no existiera Santa Bárbara, su cañón fue el último. A lo largo de estas últimas temporadas ha depurado su técnica hasta hacerla inconfundible, breve y terminante: señala a la tierra, como diciendo (y creo que lo dice) “aquí estoy yo”, luego hace un gesto como si conminara a los suyos a que le rindan pleitesía, y después se dirige a su familia, donde un niño pequeño, su hijo, seguro que celebra más sus goles que Tomás Roncero.

El otro astro al que miro con mucha atención desde que domina el juego del Barça, es naturalmente Lionel Messi. En este caso, el futbolista argentino sonríe ante el agasajo de sus compañeros de equipo, luego se va como si él no tuviera nada que ver con eso y hace lo contrario que su íntimo adversario del Madrid: mientras Cristiano señala la tierra, pues es un jugador de fuerza telúrica y el territorio (todo el territorio) es su demarcación, Messi apunta al cielo; con los dos índices apunta a un lugar extraterrestre (Flaquer lo llama “el extraterrestre” cuando marca goles excepcionales) y está así un buen rato, como cuando el maestro señala una falta o un acierto. Ocurrida esa celebración pública e íntima a la vez retorna al juego como si hubiera estado algún tiempo en un sitio llamado cielo, donde todo el mundo sabe que habita el recuerdo de su abuela.

Así que uno, Cristiano, está en la tierra, y el otro se sube al cielo cada vez que marca un gol. ¿Significa esto que uno se apoye en lo terráqueo y el otro se halle por la estratosfera? Es evidente que no: los dos pisan tierra firme, incluso cuando muestran sus sentimientos: en medio de la incertidumbre que le causaba el dinero de su renovación, Cristiano declaró un día: “Estoy triste”. Y ahora, cuando discutían en los despachos cuánto vale seguir, Messi explicó: “Yo me veo retirándome en el Barça”. El argentino dice una metáfora que cada cual ha leído como le ha dado la gana, y el portugués apeló a su melancolía para pedir lo que le deben. Ahora bien, puede uno estar seguro de que cuando lleguen a la cancha y se enfrenten, y celebren (o no), los dos estarán más pendientes del balón que de los despachos, del hijo o de la abuela que de los managers o de los entrenadores. Estarán pendientes del balón, ahí reside su apetito, y si no fuera por el balón no serían otra cosa que dos muchachos preguntándose hasta cuándo dura la infancia.