Duelo de crestas y de extras

Decía Manuel Vázquez Montalbán que todo tenía su contrario, y para eso se inventó el fútbol, para que dos que no se quieren se necesiten hasta el límite de la disputa. Para comparar se hizo el fútbol, para dividir aficiones irracionales a las que las junta la pasión por verse perder mutuamente. Y esta noche tenemos un partido de esos, por los que uno pagaría cada temporada mucho más de lo que vale el fútbol. Porque un Madrid-Barça es mucho más que fútbol.

Ahora, por el precio de un Madrid-Barça tenemos un Cristiano-Messi, un Catalunya-España, y tenemos, sobre todo, un duelo de crestas. Un gallo está por fin en forma, al otro aún se le espera. Uno es Gareth Bale y el otro es Neymar, uno tiene la camiseta de los que van ganando, el otro forma parte de los que llevan un ratito de perdedores.

Es un enfrentamiento interesante por todo ello, por lo que ganan y por lo que pierden, y porque este puede ser un momento de reivindicación mutua, pues estos partidos son como la Expo del fútbol. Pero sobre todo es una disyuntiva que tiene que ver con el juego y con la actitud de ambos jugadores en el campo. A Bale lo ha contagiado el entusiasmo de la fuerza actual de su equipo. Mientras, Neymar es muy receptivo a la melancolía que acompaña a las pájaras del Barça.

Bale y Neymar, el ying y el yang del fútbol; a otro nivel (es decir, a un nivel inferior), es el Superman-La Pulga del que habla Roncero, el David y Goliat, el repeinado y el encrespado, el gentleman con espuelas y el golfillo de playa que ríe...

El galés es un gallo de cresta ondulada, aunque su juego sea directo y vertical como aquel del legendario Paco Gento, y es un obús lanzado en el campo a pelear sin otro objetivo que ganar, mientras que el otro es, con perdón, como una saeta brasileña, un canto melancólico en el Carnaval de Río. A Bale le va la marcha en directa, y a Neymar le gusta recrearse como si bailara para un grupo de amigos en el corredor de una casa después de haber practicado en la playa. Ni que decir tiene que a mí me gusta el fútbol de playa; ojalá resucite, francamente.