Bale cambió las botas en mal momento

Por un clavo se perdió una herradura, por una herradura se perdió un caballo, por un caballo se perdió un capitán, por un capitán se perdió una batalla, por una batalla se perdió una guerra... Bale se estaba cambiando las botas cuando el Sevilla atacó por ese lado y Bacca marcó el segundo gol. Pepe acudió a la brecha, se comió el taconazo de espuela de Rakitic y Varane se vio mano a mano ante dos. Y gol. Dos puntos más para el Sevilla, uno menos para el Madrid. Recordé aquella cantinela, porque el gol llegaba mientras Bale cambiaba sus botas naranja fosforito por botas amarillo fosforito. O al revés.

¿Qué tenían las botas? ¿Un taco fallaba, como el clavo del cuento? Esto del cambio intempestivo de botas se lo vi hace muchos años a un gran jugador alemán, de cuyo nombre no quiero acordarme, cuando empezaban las botas Adidas, con sus tres rayitas, las primeras diferenciables. En la tele se veían muy bien las tres rayitas cuando él paraba a cambiárselas y la transmisión rompía la monotonía parándose en ello. Eran los primeros trucos del márketing. No digo que lo de Sevilla fuera eso, no sean mal pensados. ¿Qué más da naranja que amarillo? Sería un taco. Como el clavo del cuento. Seguro.

El diablo está en los detalles, dicen. El fútbol, diabólico en su esencia, se resuelve muchas veces por los detalles, los entrenadores lo saben y los trabajan hasta la extenuación. La gente hoy juega muy bien. Basta que un taco te traicione para que se abra el dispositivo por el que se te filtra el equipo contrario y en un decir Jesús te ha cascado un gol. Y, claro, si en vez de tener en la portería al mejor portero de la plantilla tienes al siguiente, pues con más facilidad. Botas naranja fosforito o amarillo fosforito, por favor, que sean firmes y seguras, que duren todo el partido. Porque si no, pasa lo que pasa...