Sobre Diego Costa, Messi y Cristiano

El Atlético desembarcó del AVE ayer a la una y cuarto del mediodía en Barcelona y, claro, el hombre era Diego Costa. Delantero imponente, que no pide ni da cuartel, que recibe sin quejarse, devuelve cuanto puede, pero nunca se olvida de que se calza las botas sobre todo para una cosa: para marcar goles. Y los marca. Un jugador que cada partido parece jugarlo mejor que el anterior. Desde luego, el último, el de San Mamés, fue el mejor de todos. Pero lo acabó dolorido, se retiró, y ayer abandonó el entrenamiento que el Atlético celebró ya en Barcelona. Simeone dijo luego que no sabía si hoy podrá jugar.

¿Verdad o simulación? No lo sabremos hasta esta noche. Ayer hice un viaje relámpago, ida y vuelta, en el AVE a Barcelona y quiso la casualidad que en la ida coincidiera con el Atlético. En un extremo del vagón, Simeone y Burgos, aislados de todo, escrutaban imágenes. Ya saben, el diablo está en los detalles y al Atlético no puede dejar nada al azar, porque no le sobra nada de lo que les sobra al Barça o al Madrid, que tienen de todo, hasta la cautela del Gobierno para que la próxima Ley del Deporte Profesional (que por ellos se está retrasando, da vergüenza decirlo) no les toque el dinero de televisión.

¿Será una añagaza esa retirada de Diego Costa? Eso se malician muchos. Era el run-rún ayer en Barcelona, donde se respira de otra forma desde que se ve mejor a Messi. Con Messi regresando a sus máximos, el Barça vuelve a sentirse capaz de todo. Pero aún así, se notaba alivio ante la posibilidad de que Diego Costa falte hoy. Si al final sale, el partido ya empezará con un contratiempo para el Barça. Mientras, el Madrid se afanaba en rodear de mimos institucionales a Cristiano, pitado el sábado, víctima él también de la noche de malestares. Diego Costa, Messi, Cristiano: el fútbol es de los futbolistas.