Michelin no comulga con esta Fórmula 1

Michelin se planteó muy seriamente el pasado año regresar a la Fórmula 1. La competición se encuentra en el ADN del fabricante francés de neumáticos y siendo una de las empresas líderes en su sector, sólo puede apuntar a las categorías de máximo nivel, sea sobre dos o cuatro ruedas. Negoció con la Federación Internacional de Automovilismo, expusieron su punto de vista sobre la especialidad, sus exigencias e inquietudes… y no se llegó a un punto de encuentro. Para Michelin las carreras son eso, carreras, y quería tener rivales de su industria contra los que competir; también apuesta por una llanta de 18 pulgadas, similar a la que utilizan muchos coches de calle, y compuestos que no deban cambiarse cada pocos kilómetros porque su duración no da para más, algo que tampoco les encaja en la tecnología que después se aplicará a la producción en serie.

Sin embargo, estos planteamientos que se antojan tan razonables no encajan en la filosofía de la Fórmula 1 del siglo XXI. Desde luego que cambios profundos como los expuestos podrían exigir un periodo de implantación (aunque este año estemos asistiendo a una auténtica revolución de forma radical), pero el pliego de condiciones de Michelin parece asumible y creo que su presencia en los grandes premios hubiera resultado positiva para el campeonato. Enfrentándose a Pirelli (y quienes se apunten a la fiesta), demostrando cada uno sus fortalezas e introduciendo un factor diferenciador muy valioso entre los equipos. Competir es eso, buscar la excelencia a través de una rivalidad deportiva y enriquecedora para todos. Porque de otro modo, la Fórmula 1 podría terminar siendo una copa de promoción, con un mismo coche, un mismo motor y unos mismos neumáticos. Serían carreras, sin duda, pero no las que se esperan en este escalafón superior del automovilismo de circuito.