¡Pepe, Pepe, Pepe!

El espíritu blanco. En el día en el que se cumplían 22 años de la muerte de uno de los mitos sagrados del madridismo, Juan Gómez Juanito, hubo un portugués de 31 años que se erigió en un coloso empeñado en mantener viva la llama del sueño europeo del escudo que ama. Képler Laveran Lima Ferreira, Pepe, rugió en mitad de una defensa partida en la que las aturdidas abejas mayas de Klopp deambulaban por el área de Casillas en busca del gol que reabriese la línea de su teléfono de la esperanza. No estaba Lewandowski, pero el caso es que con 3-0 veíamos un Madrid partido en el eje, lo que permitía a Reus amenazar ese marcador imponente con un gol que hubiese cambiado el humor del Bernabéu. Bajo la lluvia, el pelo rizado de Pepe creció como un coloso. Hizo dos tapones en dos lanzamientos a bocajarro que eran gol sí o sí. Rápido, eléctrico, hizo una exhibición de segadas laterales y de despejes de cabeza ante pases comprometidos. Bajo la lluvia torrencial de la fría primavera madrileña gritó, mandó, ordenó, puso paz (lo digo muy en serio), serenó al árbitro, a los compañeros, animó a la grada... Fue un líder. Fue Pepenbauer. Obrigado.

El boli BIC. Bale, primero, Isco, después, y Cristiano para poner el sello al marcador soñado. Ni BBC ni gaitas. El BIC trazó un 3-0 imponente. Sin manchas. Nada está hecho, pero jamás en Europa nos han levantado un resultado así en la ida. Al revés sí lo ha hecho el Madrid, pero esa fórmula tiene copyright blanco y el Borussia no debe saber cuál es nuestro secreto. Hay que ir a Dortmund con humildad y sin confianzas. Sin ir más lejos, allí nos metieron 4-1 hace un año y Lewandowski sí que estará el martes. Además, Isco jugó allí una vuelta de cuartos con el Málaga la temporada pasada y vio cómo un árbitro descarado le dejaba fuera de las semis de la Champions. Hay que viajar a Dortmund a rematar la faena para mantener la moral y el prestigio europeo en lo más alto.

Cristiano=Di Stéfano. Su gol, el del 3-0, supuso su entrada en la leyenda. Igualó al maestro Di Stéfano con 49 goles en Copa de Europa (pero el portugués lo hizo en sólo 48 partidos y La Saeta Rubia en 58), alcanzó el récord de los 11 partidos seguidos marcando (Messi, bye, bye) y alcanzó el registro de 14 chicharros en una sola temporada de Champions (Messi, otra vez te ha cazado). Y todo eso en su partido 100 en la Copa de Europa. No tiene techo. Sólo el que le marque su cuerpo machacado por el esfuerzo y el trabajo a destajo. Pidió el cambio porque su rodilla está al límite. No juguemos con fuego. Cris, quedan 51 días para la gloria (final en Lisboa). Dosifícate si es preciso, crack.

Isco, te queremos. A las 6 de la tarde me subí al autobús que desde bien temprano había trasladado a Madrid a los 41 madridistas de Torrox, una coqueta localidad malagueña. Cuando les dije lo de Di María, todos al unísono: “Ancelotti, saca a nuestro paisano Isco y verás como la lía”. Carletto obedeció, Isco estuvo a la altura y el estadio coreó su nombre. Genio.

La afición respira. Eso me dicen los peñistas de Nájera, La Bellota de Cabeza del Buey, Roa de Duero, Mataró, el gran Pacheco de Esplugas, Israel el taxista vikingo de Barcelona, Rafa de Manzanares y Julio Zapata (el madridista de San Javier, Murcia, que no se pierde un partido). Y va por María Henar, de Medina del Campo, que lo celebró desde el cielo...