Gerrard, ‘one club man’, quiere un final feliz: ser campeón con el Liverpool

“Caminamos juntos”. Improvisadamente, Gerrard juntó sobre el césped y tras el pitido final a sus compañeros tras la emocionante victoria ante el City. “Escuchadme”, empezó a gritar. Se le rompía la voz, le caían lágrimas pero continuó mientras Anfield celebraba un paso más al primer título de liga desde hace 24 años. “Este partido se acabó. Tenemos que jugar ahora contra el Norwich en su casa. Exactamente más de lo mismo. Caminamos juntos. ¡Venga!”. Y el primero en alejarse del círculo fue el propio capitán. Ahora sí, sin poder ocultar la emoción.

 

Veinticinco años después. El partido contra el City había empezado a la 1:37, hora local. Veinticinco años atrás se paró el Liverpool-Nottingham Forest a esa hora (menos un minuto, el de silencio que se siguió en Anfield este domingo) porque ya no se le escapaba a nadie que algo gordo estaba ocurriendo: fallecían aficionados del Liverpool, asfixiados, víctimas de la negligencia policial, de la mala preparación del partido por unas autoridades que consideraban a los hinchas como seres ligeramente inferiores, salvajes. Murieron 96. Incluido el primo de Steven Gerrard, de diez años.

In Memoriam. Su autobiografía acaba con las palabras: “Juego por Jon-Paul”. Fue por Jon-Paul que un Steven Gerrard de ocho años sufrió y por el que luego se hizo futbolista de élite. “Al ver la reacción de su familia me motivó para convertirme en el jugador que soy hoy”. La semana pasada donó 100.000 euros a la fundación que apoya a las familias que todavía lloran a los que perdieron en Hillsborough. Pero quiere hacer algo más: ganar una liga con el Liverpool que no ha obtenido en toda su carrera.

One club man. Gerrard tiene 33 años y estuvo a punto de fichar por el Chelsea en dos ocasiones. Y por el Real Madrid. De hecho, de joven, hizo una prueba con el United, aunque solamente para que el Liverpool se asustara y le diera un contrato juvenil. Pero se ha convertido en hombre de un solo club, algo que se aprecia inmensamente en el Reino Unido. Cuando le surgió la posibilidad de abandonar un Liverpool que, por momentos, parecía no ir a ningún lado, Gerrard pensó no sólo en él, sino en su familia. En la posibilidad de aprender un idioma nuevo, en abrirle la mente a los suyos porque no todo acaba en el río Mersey.

Amenazado. Recibió amenazas de muerte por intentarlo, se quemaron camisetas enfrente de su casa. En una ocasión, en el comedor, sentado con su mujer Alex y su agente alrededor de la mesa, hubo que tomar la decisión. Es entonces cuando lo que pesa de verdad pesa más que el resto: decidió quedarse. Y seguir luchando por lo suyo. Y es por eso que todo tendría no sólo un final feliz, sino también lógico si el Liverpool obtuviera el título de liga este año.