Un Olympiacos que ya no es el que era

Lo natural es vengarse. Claro que medirse al campeón es una contingencia, que se pueden desenterrar dolores que uno tienen en la memoria, que se te puede poner un partido a trasmano y realimentarse. Pero Olympiacos no es el mismo del año pasado. Aunque Spanoulis nos suena a villano eterno, los dos elementos más dañinos de aquella final, Hines y Law, ya no están. Ni siquiera otros dos compinches como Antic y Papanikolaou. Y este equipo no puede irse a más de noventa puntos (metió cien aquel día) a no ser que su interés por la hematofagia, su espíritu de tenia y vampiro, le lleve a festejar un descalabro ajeno.

El sacrificio del artista. El Madrid dispuso de nueve tiros de campo más que Olympiacos durante el primer partido de los cuartos de final de la Euroliga gracias a su diligencia recuperadora, reboteadora y al sacrificio para sumergir al contrario en la incomodidad permanente. Un modelo de sacrificio sin alley-oops no hubiera hecho posible nada de lo construido por este equipo; pero el highlight sin el sacrificio, como los higos en los países del norte, no se da en estas fechas.

Cuernos en ataque. Olympiacos vive, además de lo generado por Spanoulis, de continuaciones rápidas de sus pívots tras bloqueos y de asistir en horizontal a exteriores que salen rápido a la línea de tres. Su sistema más nombrado es “el ataque de cuernos”. Ventajas al poste con un pívot grande ralentizarían sus acciones. Por eso Shermadini es tan intolerante a la infidelidad.